Dolor y movilidad: del ciclo vicioso al virtuoso

13 de diciembre de 2025
Prof. Liu Zheng

Cuando el cuerpo padece algún tipo de dolor, uno de los mecanismos innatos de protección es dejar de moverse. De hecho, en las consultas es muy frecuente escuchar a los pacientes decir: «Antes me movía mucho más, pero ahora, como me duele, he dejado de hacer ejercicio y cada vez me cuesta más moverme». Esta respuesta adaptativa, útil en fases agudas, puede convertirse con el tiempo en un factor que contribuya a la persistencia del dolor y al deterioro funcional si no se corrige de forma adecuada.

Tanto la medicina occidental como la Medicina Tradicional China coinciden en un punto esencial: el movimiento es una necesidad biológica. Cuando se reduce de forma prolongada, el cuerpo no solo pierde función, sino que entra en un estado de bloqueo que favorece la persistencia del dolor.

El estancamiento como origen del dolor

La Medicina Tradicional China lo expresa de forma muy clara: «cuando hay dolor, hay estancamiento del Qi; cuando el Qi fluye, el dolor desaparece». El Qi representa la capacidad del organismo para movilizar, nutrir, adaptarse y permitir la funcionalidad. Cuando el flujo del Qi se altera —por inflamación, traumatismos, movimientos repetitivos, estrés o sedentarismo— aparece la rigidez, la sensación de bloqueo y el dolor.

Desde la medicina moderna, este mismo fenómeno se describe en términos de hipomovilidad articular, alteraciones del tono muscular, disminución de la circulación local o cambios en la forma en que el sistema nervioso procesa la información. Son dos lenguajes distintos para describir una misma realidad: el cuerpo necesita moverse para mantenerse funcional.

El reposo prolongado como parte del problema

El reposo tiene su lugar en fases agudas, pero cuando se prolonga se convierte en un factor que perpetúa el dolor. La falta de movimiento favorece la pérdida de fuerza muscular, el aumento de la rigidez articular y una menor tolerancia al esfuerzo. Con el tiempo, incluso movimientos simples se perciben como dolorosos.

Desde la perspectiva de la Medicina Tradicional China, este proceso profundiza el estancamiento del Qi. Desde la fisiología, hablamos de desuso y descondicionamiento. En ambos casos, el resultado es el mismo: menos movimiento conduce a más dolor, y más dolor refuerza la evitación del movimiento.

Uno de los aspectos más importantes en el abordaje del dolor crónico es entender que el dolor no siempre indica una lesión activa. En muchos casos, el sistema nervioso se vuelve más sensible y amplifica la señal dolorosa, incluso ante estímulos normales. Es lo que conocemos como sensibilización central.

En términos de Medicina Tradicional China, este estado puede interpretarse como un bloqueo persistente que ya no afecta solo a una estructura concreta, sino al equilibrio global del organismo. El cuerpo entra en un modo de protección constante y el movimiento se percibe como una amenaza, no como una necesidad.

El movimiento como estrategia terapéutica

Aquí es donde ambas visiones médicas vuelven a encontrarse. El movimiento no debe verse como consecuencia de la mejoría, sino como parte del tratamiento. No se trata de forzar el cuerpo ni de ignorar el dolor, sino de reintroducir el movimiento de forma progresiva, consciente y adaptada a cada persona.

Las herramientas de la Medicina Tradicional China —como la acupuntura, el Tuina o el Qi Gong— buscan restablecer el flujo del Qi. La fisioterapia y el ejercicio terapéutico persiguen objetivos similares: recuperar la movilidad, mejorar la circulación, normalizar el tono muscular y devolver seguridad al sistema nervioso.

Cuando el cuerpo vuelve a moverse, los tejidos se oxigenan, las articulaciones se hidratan y el sistema nervioso recibe señales de seguridad. De este modo, el dolor pierde intensidad porque deja de ser necesario como señal de alarma.

En la práctica clínica, el objetivo no es luchar contra el dolor, sino eliminar el bloqueo que lo mantiene. La Medicina Tradicional China no trata el dolor como un síntoma aislado, sino como la manifestación de un estancamiento. La medicina moderna, aunque utilice otro lenguaje, llega a la misma conclusión: cuando se restaura la función, el dolor disminuye.

El cuerpo humano está diseñado para el movimiento y la adaptación. Cuando se le priva de ambos, se deteriora; cuando se le devuelve el movimiento adecuado, recupera su equilibrio. Allí donde el cuerpo vuelve a fluir, el dolor deja de tener un motivo para permanecer: donde hay movimiento, hay salud.

 

Selecciona una red para compartir!